Alfred Hitchcock ya era reconocido unánimemente como maestro del suspense (y tal vez el director de cine más famoso en el mundo) cuando estrenó Psicosis y cambió para siempre la forma y el tono de la película de suspense. Desde su primera escena, en la que un par de amantes se citan a la hora de comer en un hotel barato (algo inusual en el cine de los grandes estudios en 1960), Psicosis anunció que aportaría a los espectadores sensaciones nuevas jamás vividas en una sala de cine… y no defraudó. Marion Crane (Janet Leigh) es infeliz en su trabajo en una agencia inmobiliaria de Phoenix, Arizona, y se ve además frustrada en su idilio con Sam Loomis (John Gavin). Una tarde, Marion toma 40.000 dólares en efectivo para depositarlos en el banco. Es entonces cuando Marion planea quedarse con el botín, huir de Phoenix y comenzar una nueva vida. Treinta y seis horas más tarde, la paranoia y el cansancio hacen mella en Marion y decide pasar la noche en el Motel Bates, donde el extraño pero amable encargado Norman Bates (Anthony Perkins) menciona alegremente que ella es la primera huésped en semanas. Bates también le cuenta inquietantes historias sobre su madre. Muy pocos quedarán que no sepan qué sucede después, pues aunque la escena de la ducha es justificadamente la más famosa de la película, hay docenas de momentos memorables a lo largo de esta película. Al Psicosis original le siguieron de un puñado de secuelas en los ochenta, y una controvertida versión de Gus Van Sant protagonizada por Vince Vaughn y Anne Heche , que se estrenó en 1998.