Lo que el viento se llevó cuenta el amor sin esperanza de una chica sureña por un hombre casado. El productor David O. Selznick logró ampliar este concepto de la exitosa novela de Margaret Mitchell a lo largo de casi cuatro horas de duración, con un presupuesto de 3,7 millones de dólares – una cifra entonces astronómica- creando lo que se convertiría en uno de los films favoritos del público de todos los tiempos. Lo que el viento se llevó comienza en abril de 1861 en Tara, una finca palaciega del sur de los Estados Unidos, donde Scarlett O’Hara (Vivien Leigh) se entera de que su novio ocasional Ashley Wilkes (Leslie Howard) planea casarse con la pusilánime Melanie Hamilton (Olivia de Havilland). A pesar de las advertencias de su padre (Thomas Mitchell) y de su fiel criada Mammy (Hattie McDaniel), Scarlett tiene la intención de arrojarse a los brazos de Ashley en la próxima barbacoa en Los Doce Robles. A solas con Ashley, Scarlett es presa de un ataque de histrionismo, que pone en evidencia el pícaro Rhett Butler (Clark Gable), el garbanzo negro de una familia rica de Charleston, que queda inmediatamente fascinado por la luchadora Scarlett.

Las escenas famosas se suceden sin solución de continuidad, desde el incendio de Atlanta (en realidad la destrucción de un decorado enorme sobrante de King Kong) o la frase clásica “Francamente, querida, me importa un bledo”. Triunfadora indiscutible de un año de muy dura competencia (se considera 1939 el mejor año de los estudios clásicos de Hollywood), Lo que el viento se llevó se hizo  con diez premios de la Academia, incluyendo Mejor Película, Mejor Director, Mejor Guión, Mejor actriz (Vivien Leigh), y Mejor actriz de reparto (Hattie McDaniel , la primera afroamericana en ganar un Oscar). La película recaudó casi 192 millones de dólares, asegurando el epitafio de Selznick como “el hombre que hizo Lo que el viento se llevó.”