Cuando terminó de rodarse Dime que me amas, Junie Moon, entre lágrimas, Liza Minnelli declaró públicamente que nunca jamás volvería a trabajar con el tiránico director Otto Preminger. Peor suerte para ella, Junie Moon contiene lo que bien puede considerarse la mejor interpretación no musical de Liza. Basado en la novela de Marjorie Kellogg, la película logra evocar sorprendentemente el humor y el patetismo de un material poco prometedor. Minnelli interpreta a una joven emocionalmente desequilibrada cuya cara es horriblemente desfigurada por su novio psicópata, Ben Piazza. Ken Howard, por su parte, es un epiléptico que erróneamente se le ha diagnosticado un retraso mental. Y Robert Moore (futuro director de películas como Un cadáver a los postres) interpreta a un homosexual confinado a una silla de ruedas tras un accidente de caza. Después de reunirse todos ellos en un hospital, estos tres parias sociales deciden irse a vivir juntos formando un frente unido contra el mundo hostil y crítico que les rodea. Los devastadores acontecimientos que siguen podrían haber caído en lo grotesco, pero Preminger es extremadamente cuidadoso a la hora de presentar a sus protagonistas como tres dimensiones  humanas en lugar de “monstruos”. Por desgracia, algunos espectadores se horrorizaron por el aspectos repelente de las primeras escenas y se negaron a dar al resto de la película una oportunidad.